viernes, 27 de enero de 2012


Mi alma me habló

Mi alma me habló

Mi alma me habló y dijo:

"No te alegres con el elogio y no te angusties con el reproche".


Antes de que mi alma me aconsejara yo dudaba del mérito de mi trabajo.

Ahora me doy cuenta de que los árboles florecen en primavera y dan sus frutos en verano sin esperar elogio, y dejan caer sus hojas en otoño y quedan desnudos en invierno sin temor al reproche.

Mi alma me habló y me hizo ver que no soy más que el pigmeo ni menos que el gigante.
Antes de que mi alma me hablara yo veía a la humanidad dividida en dos clases de hombres:
una débil, de la que me compadecía, y una fuerte, a la que seguía o resistía desafiante.

Pero ahora aprendí que soy como ambos y estoy hecho de los mismos elementos.
Mi origen es su origen, mi conciencia su conciencia, mi pretensión su pretensión y mi peregrinaje su peregrinaje.

Mi alma me habló y me dijo:

la linterna que llevas no es tuya y la canción que cantas no fue compuesta en lo profundo de tu corazón, porque aunque sostengas la luz no eres la luz, y aunque seas un laúd con las cuerdas tensas no eres el ejecutante.

Mi alma me habló, hermano, y me enseñó muchas cosas.

Y tu alma también te ha hablado y también te ha enseñado.

Porque tú y yo somos uno y no hay diferencia entre nosotros, salvo que yo proclamo lo que hay en mi ser íntimo, mientras que tú lo guardas como un secreto de tu intimidad.

Pero en tu reserva hay una especie de virtud.


Khalil Gibran

Ramos de flores a los enfermos

Ramos de flores a los enfermos
Autor:  Padre Justo López Melús


Está bien llevar ramos de flores a las tumbas de los seres queridos. Pero estaría mejor llevarlos antes de morir, para que puedan oler el perfume de nuestro cariño. Pero aún estaría mejor consolarlos y alegrarlos en su enfermedad. Que nadie se nos vaya sin sentir nuestro cariño y cercanía. Esto vale más que los homenajes y elogios póstumos.

Unos indios de la selva ecuatoriana lloraban sentados alrededor de su abuela moribunda. Un forastero les preguntó por qué lloraban delante de ella si todavía estaba viva. Y ellos le contestaron: «para que sepa que la queremos mucho. Que no se nos vaya sin saber nuestro cariño. Que lo sepa a tiempo. Que vea el amor que le hemos tenido y ahora se lo expresamos con pena al saber que ya no va a quedarse con nosotros».

¿PUEDE UN HOMBRE CONDENARSE CUANDO DIOS LO AMA TANTO?

Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
¿Puede un hombre condenarse cuando Dios lo ama tanto?
Dios existe y me ama. San Pablo lo decía gritando de júbilo: “Me amó y se entregó a la muerte por mí”
 
¿Puede un hombre condenarse cuando Dios lo ama tanto?

El pecado ha crucificado a Cristo: el pecado es terrible, terrible: un Dios crucificado, azotado, escupido, golpeado; terrible. No hay palabras; el corazón prefiere callar: sólo el amor de un Dios pudo permitir esto a los hombres: realmente los amaba.

¿Pero todavía puede un hombre condenarse cuando Dios lo ama tanto? ¿Habrá realmente gente en el infierno? Sí consta que hay gente allí: hay ángeles convertidos en demonios; lo lógico es que también haya hombres; si se quiere, únicamente los que despreciaron hasta el final el amor y la redención.

El pecado dispara al hombre hacía el infierno, lo arroja del Paraíso; por donde pasa deja una desolación de muerte, arrasa con todo, mata todo brote de vida; sólo si pasa detrás la sangre de Cristo, ese valle de muerte recupera su esplendor.

El paso del pecado por una alma es desolador, pero el paso de Cristo Redentor por la misma alma resucita todo: ‘Yo soy la resurrección y la vida’. Muchas almas se parecen a Sodoma después del fuego del cielo: se eleva de sus ruinas el hedor de los cadáveres y el humo de los tizones.

Es necesario el paso de Cristo por tantos valles de la muerte, para que la vida surja de nuevo. ¿Fuiste un valle del Paraíso o un valle de la muerte?

Los amores de los hombres en versos sublimes se escribieron. ¡Cuántos poemas de amor escritos con tinta que el agua borró!

Escrito con clavos de fuego, con sangre indeleble en el Parnaso del Calvario, está el amor de Dios. ¡Qué suerte que no es poesía, sueño dulce que al despertar desaparece! Debemos contemplar despiertos el amor de Cristo, y ver que no se desvanece; pasan los siglos y no se erosiona; llega el invierno y no se enfría; el pecado, su gran verdugo, no lo ha matado.

Amor inmortal, delicado y tierno como ninguno; amor de aquí, amor de allá. ¿Sabes tú lo que posees?

Un amor eterno que es tuyo, un amor crucificado, un amor que te persigue dulcemente, un amor que te perdona todo de un golpe; pero no hace ruido, no se impone, te pide permiso. A base de respetar tu libertad, puedes atreverte a decirle que no. Muchas veces le has rehusado tu pobre amor. No sabes lo que has hecho. ¿Te atreves contra el amor eterno, maravilloso de Dios?

No lo mereciste, lo has perdido mil veces, y aún te atreves a negarlo. ¿Qué locura se ha adueñado de tu mente, qué atrevimiento es el tuyo?

Uno puede acumular errores, pero éste sería el mayor de todos. Puede uno cometer ingratitudes, ésta sería la más grande. Pueden encontrarse maravillas en la vida, ésta es la maravilla de las maravillas: Dios existe y me ama. San Pablo lo decía gritando de júbilo: “Me amó y se entregó a la muerte por mí”





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